Agosto 03 del 2015

Mi Querida Amiga

Por Okami

La miré con apreciación como lo hice el día que me la entregaron; con la magnificencia con que suele ondearse ante los fuertes vientos que arrollan las praderas, luciendo sus bellos colores de las cintas realzados por un inconfundible fondo verde bosque que pinta todo el trozo de tela con forma triangular. Un verde que inculca la estrecha unión con la naturaleza que llevamos siempre con orgullo en el grupo, un color magistral característico de los paisajes culturales que visitamos al menos una vez cada dos meses en alguna actividad, con la excusa de necesidad que aunque bien cierta oculta también nuestro hábito de huir de la urbanidad, y buscar en la obra cósmica un sitio de paz con el mundo.

 

Acompañada de la línea baja y delgada, con poco más de un centímetro de espesor; la cinta que solía ser blanca y ahora luce turbia por el paso de las innumerables pruebas realizadas y el resultado de cada lavada descuidada. El color que simboliza la paz y la espiritualidad, el color de la libertad que añoramos, el color de la esperanza. Continua a ella, con un espacio de al menos un centímetro se encuentra la cinta un poco más delgada de color rojo. Que en realidad ya casi se ve como un rosa pálido producto de las infidencias de las que ella y yo hemos sido participes dentro de cada una de nuestras veladas a cielo abierto.

 

Mientras la sostuve en mis manos se evocaron las íntimas lágrimas que sólo ella sintió recorrer, y que finalmente tuvo la obligación de secar con la suavidad de su significado dentro de mi corazón. Hasta entonces había pensado que en aquel momento de mi consagración me la habían entregado como prueba de mi esfuerzo y compromiso con el escultismo, pero no fue así, en realidad ella había venido en busca de un noble aventurero que pudiera enseñarle todo lo que el mundo tenía preparado para tan delicado trozo de seda, y que a su vez, enfrentaría con un ímpetu inigualable dispuesta a la más ardua tarea que pudieran incurrir los jefes y las circunstancias.

 

La dejé finalmente sobre el encaje que quise destinar en la pared para ella, para que en cada momento del día que la viera allí postrada en mi habitación  me recordara todos los increíbles momentos de los que fuimos participes, y todas los hábitos secretos de los que fuimos cómplices. Las actividades de nuestro grupo se suspendieron dándole fin a una hermosa etapa que compartí junto a muchos compañeros que ahora considero hermanos, el recuerdo de este conjunto scout que en algún tiempo portó aquellos colores de altivo significado se guarda en cada uno de nosotros, y en nuestras pañoletas. Quizá no vista más mi uniforme ni lleve al cuello mi querida amiga, pero ya conocen aquella frase de los viejos lobos “Una vez Scout, Scout por siempre”.